Da igual lo que haga, casi siempre estoy cansada los días de trabajo. Será porque mi comportamiento normal es como si a Bridget Jones le pones unos cuantos años más, unos cuantos kilos menos eliminados de puro estrés y lo mezclas con la histeria de uno de los personajes de comedia de Meg Rayan. Esa soy yo el 95 por ciento del tiempo. El 5 por ciento del tiempo restante intento ser como Sharon Stone en Instinto Básico, aunque soy incapaz de ir por ahí sin bragas.
El caso es que estoy frente al ordenador y pienso, como casi todos los lunes, que tengo que visitar al médico porque seguro que tengo anemia o algo peor. Este pensamiento de “Tengo una enfermedad. Voy a morir” es algo habitual y ya solo me asusto de verdad en las temporadas que vuelvo a fumar.
De repente salta el messenger. Mi amiga Ainoa preguntando qué tal he pasado el fin de semana y que cuenta conmigo para irnos de copas el viernes por la tarde. Eso se llama tener la agenda lúdico-festiva cubierta con antelación.
No me puedo resistir. Tengo que transcribir la conversación:
Ainoa: El viernes por la tarde nos vamos de copas ¿no?
Yo: No me hables de copas hoy lunes por la mañana que se me ponen los pelos de punta. Todavía me estoy recuperando del viernes pasado y tengo una semana hasta arriba.
Ainoa: Yo también. ¿Mucho lío?
Yo: Tengo que trabajar toda la semana mañana y tarde y creo que alguna noche. El imbécil de mi jefe ha decidido que se va de vacaciones a Canarias aunque tengamos la presentación del año la semana que viene. No sé cómo voy a llegar al viernes.
Ainoa: Bueno, pero hay que salir. Yo también estoy hasta arriba. Hoy tengo cita para la terapia hidrofacial y mañana con la masajista. Voy a acabar muerta, pero habrá que disfrutar del tiempo libre!
... Tuve que tomarme un tiempo para dilucidar si iba en serio, si era en broma o simplemente vive en su mundo particular. Como era lunes, mi mala leche aún no se había disipado del todo.
Yo: No me toques las narices…
Ainoa: ¿?
Definitivamente, vive en el mundo de la abeja Maya y se queja. Todo por no tener un novio. Lo dice ella, que conste, no lo digo yo. Yo no tengo novio. No porque no me guste tener a alguien que soporte mis neuras, pero no tengo tiempo, ni paciencia, ni espacio en mi armario. Eso sí, no paso sin un amante.
Así que el viernes, si no hay nada que lo impida, voy a dejar que el Willy de mi propio país multicolor me toque las narices, la moral y lo que haga falta, si aguanta, hasta el domingo por la tarde. Cada una se quita el estrés como puede y, por mi parte, que le vayan dado a las terapias hidrofaciales.
No hay comentarios:
Publicar un comentario